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Película – El lobo de Wall Street

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Reseñado por 0017

Ficha técnica

The Wolf of Wall Street

Año: 2013

Director: Martin Scorsese (Taxi Driver, Malas Calles, Uno de los nuestros, Casino, Gangs of New York, Shutter Island, Infiltrados)

Guión: Terence Winter

Basado en el libro de Jordan Belfort

Música: Howard Shore

Fotografía: Rodrigo Prieto

Reparto

  • Leonardo DiCaprio
  • Jonah Hill
  • Margot Robbie
  • Matthew McConaughey
  • Kyle Chandler
  • Jean Dujardin
  • Jon Favreau

Definitivamente, 2013 ha sido el año de Leonardo DiCaprio, tras ser villano de lujo de Tarantino en Django Desencadenado, y protagonista de la función en El Gran Gatsby.  Y todavía le quedaba pendiente de estreno esta sátira alocada y excesiva sobre el mundo de las altas finanzas, basada en una historia real que llevaba varios años empeñado en adaptarla y con la que ha conseguido sacar del retiro al mismísimo Martin Scorsese, quien ha asegurado que se trata de la última película que rodará. Desde luego que el director de Uno de los nuestros y Casino ha llevado a cabo la evolución lógica de los personajes centrales de su filmografía, la quinta colaboración con DiCaprio y convirtiéndole en su musa en toda regla. Si en otras ocasiones mafiosos y matones eran el hilo conductor de la particular visión de América según Scorsese, ahora tenemos a la misma tipología de personajes en el ámbito de las grandes finanzas pero conservando el hálito perdedor y de degradación moral que implica una vorágine autodestructiva de drogas y dinero fácil. Los mafiosos de los casinos se transmutan ahora en engominados agentes de bolsa, pero el transfondo será el mismo. No hay mucha diferencia entre el Robert de Niro de Casino y este DiCaprio de las altas finanzas, con drogas, dinero y rubias fatales de por medio. La novedad ahora es el tono cómico que le ha dado Scorsese, realmente acertado sin caer en ningún tipo de situación forzada ni sin que nos resulte extraño el género en el que nos propone este viaje lisérgico.

La película está basada en las memorias escritas por Jordan Belfort, un joven y ambicioso broker de los noventa que llegó a Wall Street dispuesto a ganarse la vida en los mercados de valores. Empezando desde cero y sin licencia bursátil en una firma de intermediación, ahí conoce a su mentor Mark Hanna, y pronto le enseña los dos grandes secretos del mundillo: que no importan nada las ganancias de los clientes sino las comisiones que se les cobran, y la cocaína como método para tener la mente lúcida y poder aguantar el frenético ritmo que supone trabajar en la bolsa. Sin embargo, al poco de obtener la licencia los cimientos del sistema temblaron con el crack bursátil de 1987, y se vio en la calle buscando otra empresa donde desarrollar la actividad financiera. Con el apoyo de su esposa empieza en una menos glamorosa sociedad de inversiones de baja capitalización, donde todo es más cutre pero las comisiones son mayores y es entonces cuando es consciente del filón para ganar dinero de verdad. Reúne a un grupo de inadaptados sociales a los que enseña el arte de vender por teléfono instrumentos financieros, incluyendo al que será a partir de entonces su más fiel amigo, Donnie Azoff. Donnie no sólo será el contrapunto cómico que evolucionará con Jordan en su desarrollo profesional y económico; también le acompañará en su descenso a los infiernos (o paraíso, según se mire) de fiestas y bacanales con sexo y drogas por doquier, donde el dinero será despilfarrado sin miramientos conforme vaya prosperando la agencia de valores creada desde cero. Los desaforados discursos motivacionales a sus empleados, la locura en que se convertían las oficinas con cada nueva ocurrencia, las nuevas mujeres que iban llegando a su vida, los grandes cochazos deportivos, las mansiones y los yates, hicieron que la revista FORBES le calificara como “el lobo de Wall Street” y le convirtió en el foco de las investigaciones del FBI. La acusación de estafa financiera a sus clientes y blanqueo de dinero planeará sobre Jordan y desde entonces el tira y afloja entre Belfort y la justicia será patente en ese descenso a los infiernos moral y laboral.

Lo que ha hecho Scorsese al adaptar esta historia ha sido alejarse de la visión chulesca y cínica que alcanzó Oliver Stone con la obra maestra de las películas bursátiles, Wall Street, estando más cerca de “Entre pillos anda el juego” (“Trading Places”, 1983), con Eddie Murphy y Dan Aykroyd. En este sentido, vemos como una serie de inadaptados sociales convertidos en alto ejecutivos hacen de la picaresca su modo de vida. A base de hacer a los protagonistas simpáticos y para nada estirados, el director se garantiza que el público simpatice con estos gañanes más parecidos a los matones de Casino que a los sofisticados brokers de Wall Street. Resulta hilarante, por ejemplo, que uno de los corredores que forman parte del equipo de DiCaprio sea Ethan Suplee, el hermano grandote, tontorrón y con pocas luces de la serie “Me llamo Earl”, en un papel que no tiene ni una sola frase pero que no hace más que permanecer en segundo plano continuamente y desviando la atención en todo momento.

En general la cinta rinde a unos niveles muy altos de calidad. Es por esto que tiene tres fallos que considero que resalten más. En primer lugar, su excesiva duración. Son tres horas de metraje que para mucha gente pasan rápidamente, pero que a mí me resultaron excesivas. Quizás con media hora ó 40 minutos menos hubiera sido perfecta, quitando algunas escenas que no aportan nada a la resolución del argumento (pero que aportan grandes carcajadas, eso sí).

El segundo defecto que le veo es el exceso de drogas, puteríos e infidelidades que nos brinda la película. Sabemos que Scorsese no se caracteriza por mostrarnos el lado tierno y melindroso de la vida, y que él mismo no ha sido un monje de clausura. Pero llega un momento que ya aburre ver esnifar cocaína encima de mujeres desnudas; así como también cansa la desastrosa vida amorosa del protagonista consecuencia de una falta total de moralidad, que a mí personalmente hace que no sienta lástima por el final al que se enfrenta. Será que yo soy un idealista, pero creo firmemente que se puede llevar una vida exitosa en lo profesional sin traicionar tus principios, ni dejarte vender por el dinero fácil (lo que no quita que se pueda ganar dinero).

Lo que me lleva al tercer defecto principal de la película, algo habitual en el cine de hoy en día en el que la realidad actual se ha visto golpeada por la crisis financiera global en la que nos hemos sumergido. De hecho, la relectura de los “malvados mercados” como causantes de la crisis actual me irrita tremendamente por lo demagógico de la totalidad de las propuestas actuales; desde el subgénero creado con propuestas como “Margin Call”, “Inside Job” o “Wall Street: el dinero nunca duerme”, hasta películas aparentemente ajenas al tema como “Millenium” o “Los juegos del hambre”, donde los malos de la función son financieros o ricachones causantes de la pobreza actual mientras ellos se lucran aún más. Para los entendidos en finanzas, las operaciones y situaciones presentadas en “El lobo de Wall Street” están vagamente descritas y hace uso continuo del recurso fácil del narrador de despachar las explicaciones farragosas aduciendo que el espectador no entenderá nada de OPVs y demás. En ningún momento se explica en qué consisten los fraudes que comenten (aunque el DiCaprio narrador nos deja claro que engañan a los clientes continuamente). Básicamente usa la técnica contraria a Margin Call y el resto de películas arriba mencionadas: la descripción minimalista del ambiente bursátil, frente al exceso de tecnicismos abigarrados que dejan al espectador confundido y perplejo (y que no tiene más intención que confundir al oído experto). En este sentido, Wall Street (1987) sigue siendo la reina en retratar el mundillo con pinceladas fugaces y a la vez certeras y verosímiles.

Pero si obviamos estos tres defectos y vemos a la cinta con la adecuada distancia moral (y no como un dogma de actuación vital, como hay que hacer con el resto de la filmografía de Scorsese) nos encontraremos con una de las mejores películas de los últimos meses, con un DiCaprio inmenso como actor que confirma su plenitud artística (algo de lo que ya hablé en Diamante de Sangre o El Gran Gatsby) y su capacidad para destacar frente a sus rivales en el olimpo actoral (sobre todo frente a Tom Cruise y Brad Pitt, los otros dos grandes divos atractivos con los que se lleva batiendo el cobre las últimas dos décadas de taquillazas). Aquí está mucho más gracioso que en “Atrápame si puedes”, y más físico que nunca: salta, grita, se enfada, da discursos, baila, se arrastra, gatea,… Y todo ello sin perder la compostura ni la dignidad (algo de lo que, por ejemplo, Ben Stiller no podrá hacer jamás, como comenté en mi anterior reseña). Los puntazos cómicos que nos ofrece la película son innumerables; y en el saco también hay que meter a Jonah Hill, auténtico gran descubrimiento de la cinta y sin el que la mitad de las escenas en las que nos tronchamos no tendrían tanta gracia (el momento en que conoce a la rubia Naomi en la fiesta es brutal, y así tenemos una docena de situaciones). Hasta Matthew McConaughey está increíblemente brillante, con su personaje pasado de vueltas que solo sale en los diez primeros minutos; o el otro descubrimiento de la película, Margot Robbie (vista hace poco en un pequeño papel en “Una Cuestión de tiempo”), actriz que está en boca de todo el mundo (y no es de extrañar viendo las sugerentes escenas que nos ofrece).

En definitiva, Scorsese nos presenta una excesiva e hilarante historia que retrata la adicción que produce la mayor de las drogas: el dinero (con el que se pueden comprar otras drogas y el resto de las cosas como coches, yates, sexo y amigos). Es excesiva a todos los niveles, pero lo bueno que tiene es que después de esbozar las triquiñuelas de la bolsa y la degradación moral de sus trabajadores, nos señala que nadie esta exento de caer en las mismas trampas que la codicia sin límite nos impone. Da igual que sean millonarios de buena familia o gente de a pie, todos se ven corrompidos ante la perspectiva de ganar dinero aunque sea a costa del engaño ajeno. Y en este sentido, la escena final con que se cierra “El lobo de Wall Street” es totalmente reveladora de este aspecto, y sintetiza de manera genial todo lo que hemos visto durante los anteriores 178 minutos de la película. Recomiendo verla.

Calificación: Muy buena/Excelente

Lo Mejor: DiCaprio está inmenso en su papel cómico; los puntazos de comedia se cuentan a pares, gracias también a Jonah Hill.

Lo Peor: La duración puede resultar excesiva al divagar en determinados momentos centrales de la cinta. La apología de las drogas y las infidelidades resultan tan excesivas como moralmente reprobables, y en ningún momento nos da una lección sobre lo inadecuado de estas conductas.

La vería de nuevo: Sí.

La Recomiendo: Sin duda.

Películas similares: Wall Street, El gran farol, Casino, Atrápame si puedes, Entre pillos anda el juego.

Ficha en IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0993846/combined

Tráiler en You Tube (español):

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