Reseñado por 0017
Ficha técnica
Año: 2013
Director: Baz Luhrmann (Romeo & Julieta de William Shakespeare, Moulin Rouge
, Australia
)
Guión: Baz Lurhmann, Craig Pearce
Basado en el libro de Francis Scott Fitzgerald
Música: Craig Armstrong
Fotografía: Simon Duggan
Reparto
- Leonardo DiCaprio
- Tobey Maguire
- Carey Mulligan
- Joel Edgerton
- Elisabeth Debicki
- Jason Clarke
Cuando un director como Baz Lurhmann se hace cargo de un proyecto, podemos esperar todo un festival de excesos visuales y artísticos. Si este proyecto se trata de una de las obras magnas de la literatura norteamericana del siglo XX, sobre los excesos de una clase social y el inicio de una nueva era, podemos pensar si nos hará olvidar todas las versiones cinematográficas anteriores rodadas hasta la fecha. Yo personalmente tenía mis dudas, visto la exageración de musical que hizo en Moulin Rouge. Al final, el resultado ha sido una obra -algo- más reposada que sigue fielmente la novela de Fitzgerald, aunque el sello Lurhmann orbita constantemente por la cinta (como es natural, por otro lado). Y, en el fondo, es bastante normal que se haya hecho cargo de esta historia amor tan similar a sus anteriores filmes.
De El Gran Gatsby me había leído una versión reducida del libro en inglés para estudiantes intermedios, y es de las que más me acuerdo que me hayan influido con el paso de los años. La novela de Fitzgerald siempre me había cautivado no tanto por la historia de amor que cuenta, sino por la estructura novelística en que se desarrolla la trama y por el desencanto que transmite; una unidad temporal que transcurre a lo largo de un verano, donde las emociones y los sentimientos van incrementándose gradualmente hasta que llega “the hottest day in the summer”, como título del capítulo en el que ocurre el clímax de la trama. También es cautivante el sobrenombre del grupo de escritores al que perteneció el autor, conocidos como la “lost generation”, la generación perdida (denominación usada de nuevo con motivo de la crisis de los últimos tiempos), que tuvieron su esplendor en el periodo de entreguerras siendo fiel reflejo de la felicidad y el consumismo desmedido de aquella época, así como de la desilusión de los años que vinieron después.
Se habían hecho otras cuatro versiones de la obra, siendo la película de 1974 de Jack Clayton la más conocida por tener a un Robert Redford en su época de mayor esplendor vital, junto a Mia Farrow. Desde luego que es más reposada que la versión que ha rodado ahora Luhrmann, sin caer demasiado en los excesos típicos de los años 70. Es por esto por lo que tanto director como el actor DiCaprio lo tenían difícil para hacer olvidar esta magnífica versión; aunque al final se ha hecho un producto algo diferente que complementa esta versión setentera que no alcanzó tanta notoriedad en su día como hubiera merecido esta obra. He aquí la principal razón para este remake que, a priori, se me antojaba innecesario si no hubiese sido Luhrmann el principal artífice de esta versión.
Un joven llamado Nick Carraway se encuentra en un psiquiátrico intentando curarse de sus adicciones y superando sus problemas vitales cuando el doctor le recomienda que escriba sobre aquello que le angustia. Es entonces cuando reconoce que no le tiene estima a ninguna persona que haya conocido antes excepto a Jay Gatsby, el único tipo íntegro, optimista y con una gran fuerza vital, y se decide a escribir sobre él y sobre cómo le conoció. Es así como empieza la historia del verano de 1922. Nick Carraway, proveniente del medio oeste deseoso de probar fortuna en la ciudad de las oportunidades, se ha ido a trabajar como agente de bolsa a Nueva York, y alquila una pequeña casa al lado de las mansiones multimillonarias de Long Island. Estamos en los felices veinte, y el dinero corre a espuertas, la gente adinerada sólo quiere pasarlo bien y olvidar los rigores de la última guerra. Las fiestas en estas urbanizaciones son frecuentes aunque las de la casa de al lado de Carraway suelen ser las más famosas de la zona. Nadie conoce a dueño y muy pocos de los asistentes están realmente invitados, pero el nombre de Gatsby resuena en todas las bocas con un halo de misterio mientras el alcohol fluye, la música suena y los rumores se suceden. ¿Quién es el enigmático dueño de la mansión con las fiestas más grandiosas? ¿De dónde ha sacado su fortuna? ¿A qué se dedica? ¿Dónde estudió? ¿Qué hizo durante la guerra? Mientras tanto, la soñadora prima de Nick, Daisy Buchanan y su infiel marido Tom, que viven al otro lado de la bahía, le introducen en este mundo de fiestas despreocupadas y moralidad laxa, y le presentan a Jordan Baker, una joven deportista con el ánimo de que inicien una relación amorosa. Una noche coinciden ambos en una de las grandiosas fiestas de Gastby, y será en ese momento en el que nuestro protagonista conozca a su vecino y anfitrión. Gatsby y Carraway se harán amigos y conocerá de primera mano el origen de este misterioso personaje, de manera que pronto entenderá la razón de todas estas pomposas y excesivas fiestas: Daisy Buchanan.
Con este punto de partida Fitzgerald hacía una crítica a la sociedad estadounidense y occidental de principios del siglo XX y de la decadencia moral que precedió a la gran depresión, como visionario involuntario de la primera gran crisis capitalista. Dado los tiempos tan revueltos que vivimos, parecería adecuado retomar esta historia para adaptarla a la época que vivimos y hacer una relectura en clave actual.
Sin embargo, Lurhmann va más allá y nos ofrece un relato acerca del optimismo y la integridad del ser humano, donde los oscuros negocios de Gatsby no empañan su empeño por alcanzar esa luz verde que luce al otro lado de la bahía, símbolo de un estatus social que le servirá para llegar a su primer y único amor. Al igual que en Romeo y Julieta, y Moulin Rouge, tenemos otra gran tragedia amorosa condenada de antemano, que intenta ser una puesta al día de los anhelos humanos y sentimentales.
Para ello, el director presenta una versión hipervitaminada en la que opta por el camino de en medio y se toma algunas licencias creativas (mostrarnos al personaje de Carraway como escritor de la historia) que hace que nos dé más mascada la historia explicando de manera explícita algunas vertientes del argumento y de la personalidad de los personajes. Por ello, me gusta cómo nos muestra en planos secuencia aéreos una visión de la ciudad de Nueva York y de las mansiones de Long Island, con el valle de las cenizas entre medias como símil de los distintos estratos de la sociedad neoyorkina. Por el contrario, como si las nuevas generaciones no fueran a entender determinados momentos de la trama, ahí tenemos al autor omnisciente explicándonos que la tristeza que siente Daisy al volver a ver a su gran amor no es por la ropa que tiene, si no por el tiempo desperdiciado que ya no volverá. Quizás son estos momentos en los que le sobra a Lurhmann dar demasiadas explicaciones, igual que las letras sobreimpresas en pantalla de la novela que va escribiendo un Carraway transmutado en Fitzgerald, algo que a mí me sobró del todo por intentar impregnar a la cinta de una poética pretenciosa, totalmente innecesaria dado el excelente material novelístico del que partimos. Es quizá por ello por lo que los últimos momentos de la cinta se hacen demasiado pesados para mi gusto, empañando una película que hasta el momento ha sabido avanzar de manera más o menos rápida.
Con El Gran Gatsby, continua DiCaprio con su buena racha de interpretaciones magistrales, dado que hace que se disipen todas mis dudas iniciales sobre si haría olvidarme de la interpretación que hizo Redford en el 74. Si bien el protagonista de El Golpe todavía sigue en mi imaginario colectivo como el misterioso multimillonario, DiCaprio está a la altura del mismo y hace que elegir entre uno u otro se antoje más difícil que cuando nos preguntan si queremos más a papá o a mamá. Estamos ante la etapa de madurez del actor (ya lo dije en Diamante de Sangre), ante un año que lo ha tenido plagado de estrenos como Django Desencadenado (y todavía pendiente de estreno The Wolf of Wall Street). La elección de Mulligan como Daisy también me parece bastante acertada por el carácter soñador y etéreo que le imprime a un personaje que continuamente está en una nube de algodón, si no fuera por las bofetadas de realidad que le propina su marido a base de infidelidades. Cuando está junto a DiCaprio se produce una química bastante oportuna, y no hay más que ver la escena del primer encuentro entre los amantes para corroborarlo (una vuelta de tuerca estilo Luhrmann, por otro lado, totalmente reminiscente con la de Romeo y Julieta). También es agradable ver a Maguire en pantalla, aunque el papel de Carraway no le ofrecía muchas dificultades puesto se acerca bastante al tipo de personajes que suele interpretar, siempre en medio de todo pero sin tener muy claro que hace ahí. Quizás por eso no pegan demasiado los momentos iniciales donde se le ve en una actitud más cínica de lo normal, y que en la novela inicial no existían.
Por lo tanto, y aunque a ratos sea un espectáculo megalómano y excesivo en su planteamiento visual y artístico, la versión Luhrmann de El Gran Gatsby está a la altura de su referente novelístico y de la versión setentera, con algunas licencias artísticas que funcionan en determinados momentos (en otros no eran necesarias) y que, salvo un clímax-desenlace en el que se detiene demasiado, funciona correctamente como adaptación actual de la gran novela sobre el sueño americano.
Calificación: Buena/muy buena
Lo Mejor: La pareja DiCaprio – Mulligan. El espectáculo visual que nos propone Luhrmann
Lo Peor: Se detiene demasiado en dar explicaciones, como si tuviera miedo de que haya detalles de la trama que no se capten en un primer momento.
La vería de nuevo: Probablemente
La Recomiendo: Sí.
Películas similares: Chicago, Moulin Rouge
, El Gran Gatsby (versión de 1974)
,
Ficha en IMDB: http://www.imdb.com/title/tt1343092/combined
Tráiler en You Tube (español):