Ya reseñé el primer libro de Agencia Lockwood que es el que más me ha gustado de Jonathan Stroud (ver reseña aquí). Sin embargo la trilogía que le hizo famoso fue esta, la trilogía de Bartimeo y no he podido evitar coger el primer volumen para ver si era tan genial como la anterior novela. Ya os adelanto que tengo sensaciones encontradas, pero diría que por ahora en mis gustos gana Agencia Lockwood por goleada.
Sinopsis
Nathaniel es un huerfano, hijo de unos «Comunes» en el gran imperio mágico de Inglaterra. Sus padres, incapaces de mantenerle deciden entregar a su hijo como potencial «discípulo» de Mago en un Orfanato. Pronto el pequeño Nathaniel se ve inmerso en una vorágine de clases de distintos tutores que busca conseguir que se convierta en un mago poderoso entrenado por su poco apto tutor el Sr. Underwood. Un mago del ministerio de Interior poco poderoso y muy malo con los niños por cierto.
En el entorno de Underwood, Nathaniel conoce al orgulloso Simon Lovelace, un mago guapo y poderoso que al sentirse humillado por el pequeño le propina una paliza utilizando a sus poderosos genios. Por esto mismo Nathaniel, que en realidad es un hechicero precoz decide vengarse y así convoca y ata al poderoso genio Bartimeo de 5.000 años de edad.
Nathaniel encarga a Bartimeo que le robe a Lovelace el amuleto de Samarkanda, aunque realmente ignora cual es su utilidad y para qué quiere Lovelace el amuleto. Solo busca venganza y finalmente Bartimeo consigue robar el amuleto de forma que se mete en un terrible embrollo. La razón es que Lovelace está involucrado en un terrible complot contra el gobierno.
El joven aprendiz deberá ir enfrentándose al dilema de hacer lo correcto o buscar la venganza que persigue esclavizando a Bartimeo para ello.
Opinión Personal
Lo que más me llama la atención es el curioso mundo que ha creado el autor, un mundo oscuro, donde los magos dominan a los «comunes». No es una visión amable de los magos como la de Harry Potter. Son orgullosos, malvados y prepontentes. Son los dueños de la sociedad, tan poderosos e intocables que los comunes no se atreven a tocarlos. Los magos son crueles y obtienen su poder esclavizando diablillos, trasgos, genios, efrits o marids dependiendo de su poder como mago.
El personaje de Bartimeo es divertido y punzante en sus juicios, siendo uno de los mejores detalles sus notas al pie como narrador en primera persona. Es un mago poderoso pero no destaca por ser un guerrero sino por ser astuto y eso lo hace más interesante.
Nathaniel es un personaje que al principio te gusta pero según se va transformando en mago va perdiendo el «norte» moral y se va haciendo más odioso, aun así no resulta tan antipático como en el segundo libro (ya lo adelanto).
Es curioso como el autor abre ya otras subtramas con en el caso de los chicos «comunes» capaces de ver la magia que luego desarrollará en los siguientes libros pero en este no es más que una nota al pie.
Es entretenido el extraño equipo de Nathaniel / Mandrake y Bartimeo, aunque hacia el final del libro empiezas a desear que Bartimeo se «cargue» al personaje principal.
Calificación: Bueno
Lo Mejor: El personaje de Bartimeo, el curioso mundo que crea el autor
Lo Peor: El personaje de Nathaniel para ser prota es un poco insoportable
Lo Releería: No creo, iría a por el siguiente libro
Lo Recomiendo: Es un libro entretenido para jóvenes y no tan jóvenes, una inteligente vuelta de tuerca al mundo de los «magos» mezclado con el mundo de los humanos corrientes, ni tan fuerte como «Los Magos» ni tan infantil como el primer Harry Potter.
Director: Kenneth Branagh (Los amigos de Peter, Mucho ruido y pocas nueces, Frankenstein de Mary Shelley, Hamlet, Thor)
Guión: Adam Cozad, David Koepp
Basado en los libros de Tom Clancy
Música: Patrick Doyle
Fotografía: Haris Zambarloukos
Reparto
Chris Pine
Kevin Costner
Keira Knightley
Kenneth Branagh
Nueva precuela del personaje creado por el escritor de espionaje e intriga política USA Tom Clancy. Jack Ryan va camino de convertirse en uno de los espías de la ficción que menos termina de calar en el gran público. Recordemos que lo interpretó por primera vez Alec Baldwin en La Caza del Octubre Rojo en 1990, donde el protagonismo se lo arrebató Sean Connery como el medio-villano de la función. A continuación, Harrison Ford le dio un toque humano y familiar, propio del que es más estratega que soldado, en Juego de Patriotas y Peligro Inminente. Y con Ben Affleck intentaron hacer un reboot de la saga tomando al personaje en sus inicios, llevándolo al período actual e introduciendo elementos de la guerra fría, nazis e incluso el estallido de una bomba atómica en suelo estadounidense. Después del escaso éxito que logró la adaptación (y la pobre interpretación) de Affleck, tenemos una nueva pirueta argumental y, usando un guión que no se basa específicamente en ninguna obra de Clancy, otro reinicio de los orígenes del personaje para intentar dar en el clavo de una nueva saga que pueda hacer frente a otros agentes secretos fílmicos que se prodigan una y otra vez en películas más o menos rentables. Para ello tenemos al guapo y joven Chris Pine, al que no le resulta novedoso el meterse en la piel de antiguos héroes y darles un lavado de cara. Me refiero está claro, a su interpretación de un joven capitán James T. Kirk en las dos recientes películas de Star Trek.
Los cuatro Jack Ryan hasta el momento.
La verdad es que Ryan tiene su hueco en el olimpo particular de espías y agentes secretos, ya que se sitúa en terreno que no exploran otros personajes. James Bond es mujeriego, elegante y letal. A Ethan Hunt le van las cabriolas imposibles y las misiones con escasas posibilidades de éxito. El desmemoriado Jason Bourne es un eficaz y experimental instrumento de contrainteligencia gubernamental que sólo busca tranquilidad emocional. Y ya no digo nada si buceamos en los personajes literarios de Le Carré o Forsyth, con espías más parecidos a tranquilos funcionarios que se encuentran con la acción de manera ocasional (Alec Leamas o John Preston serían los paradigmas). El personaje de Clancy rondaría esta tipología del espía pensante, ya que es un tipo que no le gusta volar, tuvo una lesión de espalda que le hizo volver a aprender a andar (explicado en La Caza del Octubre Rojo y mostrado en Jack Ryan: Operación Sombra), está felizmente casado y con hijos, es un analista financiero con un título de doctorado y las armas no le gustan nada.
De describir todo esto con un toque actual y saliéndose ligeramente del cánon creado por Clancy va esta precuela (no olvidemos que la guerra fría queda muy lejos, los sucesos del 11 de septiembre cambiaron todo el panorama geopolítico, y las altas finanzas se han convertido en parte fundamental de cualquier intriga internacional). Un mucho más joven que de costumbre Jack Ryan está acabando sus estudios de económicas en Londres cuando presencia por televisión los atentados de las torres gemelas en 2001. En ese momento decide ser parte activa en la defensa de su país y se enrola en el cuerpo de marines. Cuando alcanza el grado de teniente, y mientras hace un viaje de rutina en un helicóptero en Afganistán, es víctima de un atentado aéreo y sufre un accidente que le provoca graves lesiones de espalda. Obligado a una lenta y dolorosa rehabilitación, conoce a la doctora Cathy Muller, de quien se enamora en un primer momento. También conoce a William Harper, un alto oficial de la CIA, quien le «sugiere» que acabe su rehabilitación, prosiga sus estudios de doctorado, y consiga un trabajo en una firma de inversión de Wall Street. Todo ello mientras es un agente encubierto del servicio de inteligencia, para dedicarse al análisis económico y detectar transacciones financieras sospechosas que supongan actividad terrorista. Tras realizar este trabajo unos cuantos años, un día detecta movimientos extraños en los mercados que no tienen la adecuada correlación con las últimas noticias geopolíticas y económicas que vienen de Rusia y de las Naciones Unidas. También descubre que organizaciones y fondos rusos están despareciendo liquidando sus posiciones y que el responsable de estas cuentas es un magnate de los negocios ruso llamado Viktor Cherevin, antiguo veterano en Afaganistán. Al no tener acceso a sus cuentas personales Harper fuerza a Ryan a viajar a Moscú para entrevistarse con él con la excusa de hacer una auditoría a sus fondos. Pronto se dará cuenta de que la misión es más peligrosa de lo que se imaginaba un simple analista financiero, con lo que Ryan es activado como agente operativo para descubrir una trama que planea desestabilizar la economía americana mediante atentados terroristas en suelo USA. Ryan intentará vencer sus miedos y reticencias iniciales al trabajo de agente secreto sobre el terreno para evitar la conspiración, aunque el hecho de que Cathy haya decidido darle una sorpresa y aparezca en Moscú complicará las cosas aún más, añadiendo un nuevo factor de riesgo a la misión para desenmascarar los planes de Cherevin.
Para esta entrega se ha decidido contratar a un Kenneth Branagh cada vez menos preocupado por versionar a Shakespeare y demás clásicos, y más centrado en el blockbuster de encargo destinado a reventar taquillas. Además, se ha reservado el papel de villano con acento ruso. De su interpretación, decir que es sobria y elegante, derrocha buen gusto y además tiene el punto adecuado de angustia e inquietud, creyéndole capaz de cualquier cosa en su lucha. Uno de los mejores villanos de película de acción que he visto en los últimos meses. Como director, ha resuelto un intento de reboot de manera efectiva y sin demasiadas florituras. Si bien en las escenas de acción es bastante convencional y no se arriesga mucho (el declive de la cinta viene en un apresurado último tercio final donde descubren toda la trama y el objetivo terrorista en apenas pocas horas, para dar acto seguido a las típicas escenas carentes de credibilidad), ha sido capaz de contarnos los inicios del personaje sin que perdamos el interés en todo momento, mientras nos regala alguna que otra escena de intriga propia del género. La novedad aquí es la introducción del personaje de la novia (que en posteriores entregas será su mujer) en la acción, jugando la trama con las peleas conyugales en medio de una misión internacional. Si bien aquí Keira Knightley se muestra como una inadecuada elección (a primera vista parecía estimulante tenerla en el reparto), dado que su interpretación no está a la altura, con un personaje mal dibujado que resulta irritante e incoherente a partes iguales como novia celosa y desconfiada.
La verdad es que esta cinta, como entretenimiento, cumple su cometido. No se hace larga y los momentos en que Ryan juega su papel de espía más interesado en el análisis geopolítico y económico son los más convincentes. También resultan convincentes los momentos iniciales en los que se ve envuelto en acción por primera vez. Lo malo es que todo esto se tira por la borda en las escenas finales en las que se olvida de estos temores iniciales y se convierte en un héroe de acción convencional. O esas escenas con un ordenador que en cinco minutos es capaz de hacer lo que nosotros en nuestros equipos domésticos nos lleva horas. Por lo menos Chris Pine está correcto para lo guaperas que es, al igual que Kevin Costner, que está por fin escogiendo buenos papeles después de toda una carrera equivocándose (en la última Superman también hacía un gran papel). Desde luego, lo que tenemos aquí es un prometedor reinicio de franquicia que está por encima de la anterior Pánico Nuclear, a pesar de que sea un remedo de varias películas del género. Esperaremos con interés nuevas entregas.
Calificación: Entretenida
Lo Mejor: Los inicios de la cinta y del personaje, perfilándonos un nuevo Ryan. Las escenas de intriga en Moscú. Branagh, Costner y Pine hacen buenas interpretaciones.
Lo Peor: Keira Knightley no está muy sembrada, y el final de la película está muy forzado-
La vería de nuevo: Puede.
La Recomiendo: Sí, es una cinta de acción y espionaje convencional pero que cumple su función sin aburrir.
Películas similares: El Cuarto Protocolo, La Caza del Octubre Rojo, Juego de Patriotas, Peligro Inminente, Pánico Nuclear, Misión Imposible III, Casino Royale
Ahora mismo hay en la cartelera dos películas que se están llevando el gato al agua en la taquilla, tanto por crítica como por público. Las dos son comedias; las dos hablan de estafas y fraudes; las dos están ambientadas en Nueva York en décadas pasadas (los 70 y los 90); las dos nos presentan una clase de personajes un poco gañanes que se mueven entre el honor y la cicatería, la infidelidad y la ética. Las dos están regadas de nominaciones a las mejores categorías para los Óscar de 2014, incluyendo mejor película, mejor director, mejores actores, mejor guión. Una es El lobo de Wall Street, de la que ya di cuenta hace unas semanas, con cinco nominaciones y una de las mejores interpretaciones de DiCaprio que haya visto nunca. La otra es la presente La gran estafa americana, de David O. Rusell, quien busca repetir el éxito que nadie se esperaba el año pasado cuando irrumpió con les mejores nominaciones en la anterior edición de los Óscar con El lado bueno de las cosas, que hizo llevarse la estatuilla a Jennifer Lawrence. La verdad es que aunque similares en el planteamiento, a la cinta de David O. Russell destaca por tener una moraleja distinta y un mayor respeto a sus personajes principales. El protagonista interpretado por un soberbio e irreconocible Christian Bale, tiene unos principios y una ética de los que carece completamente el personaje que hace Leonardo DiCaprio; al contrario que los agentes del FBI que intentan dar caza a estos timadores, donde aquí vemos a un cargante Bradley Cooper víctima de su falta de integridad (al contrario que el bueno del personaje de Kyle Chandler que intentaba dar caza al lobo de Wall Street).
Nueva York, finales de los 70. Irving Rosenfeld es un timador de poca monta que tiene unos cuantos negocios repartidos por la ciudad. Un día conoce a la buscavidas Sydney Prosser y se enamora de ella. Sydney es muy lista y tiene un talento innato para las estafas, con lo que encaja a la perfección con los trabajos que realiza Irving y se convierte en su socia y cómplice. El único (y mayor problema) es que Irving está casado con la insoportable Rosalyn, con la que la vida a su lado es sumamente desagradable. Rosalyn tiene un hijo al que Irving ha adoptado como suyo, y al que le trata como si fuera su padre de verdad. Por esta razón y por el hecho de que Rosalyn es incapaz de enfrentarse a los problemas, a Irving le resulta imposible romper con su mujer e irse a vivir con Sydney. Un día, el agente del FBI Richi DiMaso descubre los negocios ilegales de nuestros protagonistas, y a cambio de no arrestarlos, les pide colaboración con el gobierno para atrapar a delincuentes especializados en fraudes y estafas financieras. Dentro de este objetivo aparece Carmine Polito, el nuevo alcalde de Nueva Jersey, a priori un tipo íntegro y familiar, y a DiMaso le brillarán los ojos de ambición ante la posible detención de un pez gordo de la política. La trama se irá complicando cuando nuevos elementos de la política y el crimen organizado aparezcan en el plan. Toda esta situación hará tensar no solo la integridad de los protagonistas sino también la relación de Irving y Sydney, y la pondrá a prueba.
Lo primero que llama la atención de esta película es la metamorfosis setentera a la que han sido sometidos los protagonistas, con un diseño de vestuario que merece la nominación al Óscar, o una lograda ambientación en los decorados y las escenas urbanas. Christian Bale no sólo ha hecho uno de sus sorprendentes cambios físicos engordando varios kilos de más, sino que la escena inicial con su falso y ridículo peluquín mientras se peina a lo cortinilla es toda una declaración de intenciones del personaje, al igual que los falsos rizos de Bradley Cooper o el imposible tupé mega lacado de Jeremy Renner. Son una metáfora de que los personajes no son como realmente son, sino que todos tienen una fachada tras la que se ocultan sus verdaderas personalidades. El timador profesional de poca monta realmente tiene un corazón de oro y su problema es que está atrapado en un matrimonio sin salida. El agente del FBI en realidad busca reconocimiento profesional y que le tomen en consideración, a pesar de que se autoengaña continuamente diciendo que quiere acabar con la corrupción del sistema. El político de clase baja que acepta sobornos porque realmente está preocupado por su electorado. La verdad es que todos los actores hacen un gran trabajo y están irreconocibles en sus papeles. De Bale ya nos lo esperábamos, de Cooper o de Renner también. Amy Adams está deliciosa con maquillaje o sin él, a pesar de sus generosos escotes que distraen la atención continuamente. Y Jennifer Lawrence (también con escotes) resulta fabulosamente repugnante e irritante como esposa con pocas -poquísimas- luces que está harta de que su marido no la tenga en consideración (a pesar de que es ella misma es la causa de dicha situación). Hasta Robert De Niro nos obsequia con el mismo papel de mafioso con el que se ha especializado en su trayectoria, en una episódica aparición.
A pesar de todos los claroscuros iniciales de los personajes, O. Russell ha sido claro en la definición y, sobre todo, en la resolución argumental de los mismos. El final presenta una moraleja clara y otorga absolución a los buenos, y condenación a los malos. Por ello, aunque forzado en algunos aspectos, me gusta que se premie al que es en esencia bueno porque le da una adecuada lectura moral a la cinta; al contrario que en El lobo de Wall Street, donde DiCaprio no hace más que drogarse y pasar de su familia para, al final, traicionar a sus compinches y obtener gracias a ello una rebaja en su condena. Aquí, por el contrario, vemos a un personaje engañar, esnifar cocaína y engañar a su prometida; mientras que a otro le vemos en una escena clave tomar algún tipo de sustancia que más tarde descubriremos que es por una dolencia cardiaca. Ni que decir tiene que cada uno de dichos personajes tendrá un final distinto en función de sus actos y sus motivaciones. El director aquí es muy hábil en mostrarnos distintas caras de los mismos pecados. No son iguales todas las infidelidades que aparecen en la película, ni la relación de los protagonistas con sus respectivas familias, ni la manera en que quebrantan la ley unos y otros. Unos y otros tendrán una catadura moral distinta, en función de sus motivaciones éticas.
Como aspectos negativos, tenemos que la cinta intenta ser una reedición de El Golpe, la obra maestra del cine de timos y estafas, pero se queda a medio camino. Al argumento le falta empaque y cautivación, puesto que engancha en el principio pero a mitad de cinta pierde fuelle e interés, para recuperarlo en el segmento final. Pero la verdad sea dicha, se trata más bien de una película de personajes, donde no es tan importante el argumento sino los conflictos que surgen al abrigo del mismo. Es por esto por lo que, si bien La gran estafa americana no es una película redonda, sí que es una buena opción y por lo tanto recomendable dada la cartelera actual.
Calificación: Buena
Lo Mejor: Todos los actores y las distintas lecturas a nivel ético y moral que le dan todos a la cinta. La ambientación y el vestuario, algo exagerados pero tal y como corresponde a la década.
Lo Peor: Pierde ritmo e interés a medida que avanza el metraje.
La vería de nuevo: Puede
La Recomiendo: Sí.
Películas similares: El Golpe, Casino, El lobo de Wall Street,
Aunque pasan ya algunos meses del estreno de esta cinta, la calidad de Elysium sobre el resto de cine de ciencia ficción actual hace que merezca la pena echarla un vistazo por la mezcla tan bien conjugada de acción y crítica social que destila Blomkamp. La verdad es que sorprendió el realizador con su ópera prima District 9, en una cinta que derrochaba originalidad y mala idea a partes iguales (un trasunto del Apartheid sudafricano con extraterrestres marginados en guetos). Y lo que tenemos aquí es un mayor presupuesto y actores más conocidos que garantizan un producto mainstream; pero el toque personal de Blomkamp sigue ahí y da como resultado una estimulante cinta de ciencia ficción más cercano a las gamberradas de Paul Verhoeven, que consolidan a uno de los directores con más personalidad de los últimos años, digno sucesor de aquél. Desde luego que, a pesar del aluvión de cintas con mensaje social criticando las castas sociales que nos está dejando la actual crisis global, la idea es novedosa y está tratada con una puesta en escena y un ritmo que demuestra buen hacer cinematográfico.
Estamos en el año 2154, el planeta es un gigantesco suburbio marginal donde la gente malvive como puede. En la ciudad de Los Ángeles, ahora convertida en un monstruoso gueto latino, encontramos a Max, un buscavidas con un pasado delictivo que intenta abrirse camino de forma honrada. Max se crió en un orfanato junto con su amiga de la infancia Frey, y desde pequeño soñaba con vivir en Elysium, el último refugio para la parte más pudiente de la humanidad. Se trata de una estación espacial que orbita cerca de la tierra, con un entorno de verdes jardines idílicos, sus ciudadanos son grandes millonarios y donde no existen las guerras, la pobreza ni las enfermedades: la tecnología a su disposición hace que la medicina logre erradicar cualquier tipo de enfermedad o lesión al instante. Semejante paraíso sólo estará al alcance de unos pocos y será objeto de deseo del resto de la humanidad en la tierra. Las medidas extremas que se seguirán para evitar que la población marginal de la tierra intente llegar en una suerte de pateras espaciales llegan hasta el punto de contratar a mercenarios para aniquilar a los inmigrantes ilegales y así conservar el estilo de vida de los adinerados habitantes de Elysium. Mientras, la vida para Max será tan dura que en la fábrica donde es explotado a diario sufre un accidente laboral y queda seriamente afectado por una dosis letal de radiación. Sus días estarán contados y su única esperanza será curarse en Elysium; para ello contacta con Spider, un experto en tecnología que está al cargo de los viajes espaciales que intentan colarse en la estación de forma subrepticia. El trato consistirá en que Max obtendrá un pasaje si realiza una misión suicida para Spider, con la cual se puede llegar a cambiar el orden social establecido de la humanidad. Con la ayuda de un traje externo conectado al sistema nervioso de su cuerpo que le multiplica la fuerza y la agilidad, y con la intención de ayudar a su antiguo amor de la infancia Frey (y la enferma hija de ésta), Max tendrá que afrontar una lucha contra reloj para salvarse a sí mismo, a la hija de Frey, y al resto de la humanidad para cambiar un sistema social preestablecido e inamovible.
La verdad es que viendo la factura final de Elyisium uno desea más obras de Blomkamp, por lo menos para ver por donde puede llegar su maestría en otros géneros. La idea tiene mucho de oportunismo político en la revolución médica que Obama intenta implantar en los USA (la gratuidad de una sanidad todopoderosa y sin trabas para todos los estratos de la población) así como su relectura de la lucha de clases en las que los muy ricos viven ignorantes de las miserias de los muy pobres. En Elysium el idioma de moda es el francés, mientras que la tierra está sobrerepresentada por el mundo latino. Y la visión del capitalismo brutal que ejerce un poder extremadamente cruel sobre los malogrados obreros toca todos los palos de la crítica social, desde el control policial represor ejercido por androides y los mecánicos e impersonales agentes de libertad condicional, hasta un sistema sanitario ultracolapsado donde te pueden avisar de una grave enfermedad mortal con una robótica parsimonia.
Y sin embargo, a pesar de estos recursos pueriles, la cinta de Blomkamp acierta mejor en esta lectura social que otras películas que actualmente inundan la cartelera y que ya he señalado (Los Juegos del Hambre, Un amor entre dos mundos, donde las ideas conceptuales están torpemente desarrolladas). Sobre todo por el buen uso del ritmo que consigue la cinta al no hacer perder el interés en ningún momento, y que nos deja algunas escenas de acción de gran impacto visual. La resolución final del conflicto planteado resulta ligeramente forzada y parece metida con calzador, sobre todo por caer en un cierto convencionalismo en el que decide no arriesgar más de lo planteado hasta el momento. Y hay que reconocer una cierta copia del final de Diamantes de Sangre, con un Damon metamorfoseado en el personaje de Dicaprio.
A pesar de todos estos defectos (y de una Jodie Foster con un tenso hieratismo a la hora de defender sus posturas en la cinta), Elysium es una película de las que dejan huella y se desmarcan del resto de intentonas del género actual que no consiguen dar en el blanco de la memorabilidad. Y sí, el papel de Jodie Foster también queda marcado en el imaginario visual. La idea de que a Damon se le rape el pelo, se le cubra de tatuajes y se le revista de una armadura exoesquelética que le convierte en medio cyborg hace que Elyisum sea uno de los mejores aciertos que tuvo el género durante este 2013 ya extinto.
Calificación: Buena / Muy buena
Lo Mejor: Su puesta en escena, su concepto inicial, su mensaje subyacente
Lo Peor: Una resolución un tanto convencional y forzada. Una crítica social brutal que no deja títere con cabeza
La vería de nuevo: Sí
La Recomiendo: Para aficionados a la ciencia ficción con mensaje social, cansados de ver siempre las mismas ideas y que estén ávidos de nuevos iconos en el género.
David Moody es conocido en esta página por su saga Autumm, conocida en castellano como Septiembre Zombi y sus continuaciones, Ciudad Zombi y Zona Zombi (he leído las tres que son vagamente continuaciones unas de otras y tengo reseñada Zona Zombi). Empleado de Banca y escritor online aficionado, rompió todo un record de descargas con su primer libro distribuido gratuítamente por internet hasta que un editor decidió comprar los derechos (de hecho hay hasta una película en proceso). En paralelo escribió esta novela, Odio en castellano pero titulada originalmente «Hater» que Moody publicó en 2006 y que luego confirmó con trilogía cuyos derechos fueron inmediatamente adquirida por una editorial, sirviendo esto como prueba de la expectación que este libro ha generado, llegando hasta una película actualmente en rodaje (prevista para 2014) del director de «El Orfanato» y de la impactante «Lo Imposible», Juan Antonio Bayona delegada en el por el mismísimo Guillermo del Toro.
Vamos al lío. Daniel McCoyne es un oficinista que trabaja para el ayuntamiento, concretamente en la parte de reclamaciones de multas de tráfico donde no tiene esperanza de ascender y donde sabe que es objetivo del odio de su supervisora Tina y de la indiferencia de sus compañeros, amén del odio de la gente que llega a quejarse de una multa te tráfico. Daniel está casado con Elizabeth, Lizzie, y tiene 3 hijos pequeños. Vive en una vivienda de protección oficial demasiado pequeña, tiene un coche demasiado pequeño y considera que por haber tenido tantos hijos tan joven ha dejado de disfrutar de la vida. Unimos a esto que Harry, su suegro, le odia y le desprecia por considerar que su hija merecía alguien mejor, pero a la vez es el único apoyo que tiene la familia. En resumen, su vida personal y laboral es un auténtico desastre.
En este contexto Daniel va narrando su día a dia hasta la nausea. La amargura de la vida en pareja con un amor que se resquebraja, el hastío del trabajo, el cansancio con unos hijos maleducados a más no poder (realmente llegas a entender las ganas de Daniel de no haber tenido hijos), algo raro empieza a suceder. Empiezan a llegar noticias de unos extraños raptos de locura de gente aleatoria que de repente ataca y frecuentemente asesina a quién tiene alrededor.
Estos incidentes, aislados según el gobierno, comienzan a multiplicarse y a extenderse por todo el país. El propio Daniel es testigo de un ataque en un pub en el que está comiendo con sus hijos y posteriormente reciben un nombre: Los Hostiles (Haters en el original, me parece un buen trabajo de traducción, no encontraba una buena traducción de Hater, la verdad). Pronto Daniel presencia como un grupo de personas «normales» apalea hasta la muerte a uno de los llamados Hostiles y esto solo es el principio.
Pronto Daniel se termina refugiando en casa con su familia y con su suegro intentando protegerse de la plaga mientras ve como el ejercito va poco a poco intentando limpiar la ciudad con métodos expeditivos e inmisericordes. Y sin embargo, aunque él se cree seguro, los hostiles están más cerca de lo que piensa.
La verdad es que este libro busca y consigue agobiarte con una vida diaria. La vida de Daniel McCoyne es un auténtico infierno aunque no le pasa «nada» realmente, solo que «todo es una mierda». El libro avanza con lentitud en las primeras páginas, tanto que reconozco que he estado varias veces a punto de dejarlo, es cansino y agobiante salvo alguno de los comienzos de capítulo que narran uno de los «raptos de locura» de alguno de los hostiles. Yo no soy dado a leer «realismo sucio» por eso leer esta vida desencantada y totalmente gris es una experiencia muy muy cansina. Te pasas toda la primera parte del libro esperando «que pase algo» y cuando crees que va a ser así… pues te equivocas otra vez. Justo cuando pensaba que si leía una página más tiraba el libro por la ventana el libro da un giro de guión total y genial y comenzamos a leer la historia desde el punto de vista de los hostiles. Y fue por esta segunda parte del libro lo que me enganchó y me hizo considerarlo un buen libro, muy bueno en su parte final, muy aburrido en la inicial.
Reconozco que me sobran algunas cosas de cómo escribe el Sr. Moody, especialmente su obsesión por los genitales, porque, digo yo, ¿no puede cortarle la garganta? ¿por qué tiene que seccionarle el pene?, entre penes, testículos y paquetes escrotales reventados terminas francamente con mal cuerpo. Abunda un poco excesivamente en el gore en determinadas escenas y encima en el gore genital que a mi me parece de mal gusto. Pero bueno es mi opinión que igual soy muy delicado.
Respecto al libro después de ese giro inesperado en el guión, diré que es lo que justifica que esté escrito. Alguna vez he pensado en un libro desde el punto de vista de un zombi, como «Diario de un Zombi» de Sergi Llauger, pero nunca como lo plantea el autor. Es decir como un «Ellos o nosotros», que ven a los supervivientes «normales» como asesinos en masa sin conciencia que se creen en derecho a acabar con los «zombis» solo para sobrevivir. Me recuerda a esa genial vuelta de tuerca en «Soy Leyenda». Puesto que si lo normal son los «Hostiles» los humanos normales son los monstruos. Y así te lo consigue hacer sentir el autor y así es como valoro este libro.
Es la parte del libro con más acción y donde a pesar de estar contando la historia te identificas y empatizas con el personaje principal, algo que yo no consigo con Daniel McCoyne el oficinista. Cuando me di cuenta tuve que reconocer la genialidad. No puedes empatizar con un humano que tiene una vida mala, pero en cambio consigues empatizar con un Hostil con cuya vida quieren acabar. David Moody demuestra así su poderosa pluma para que te hagas replantearte quiénes son los verdaderos monstruos. Si llegas a esto es cuando la novela hace «boom» en tu cabeza. Si llegas…
Me parece en conjunto un buen libro que incluso podría haber sido una genial novela autoconclusiva, pero me ha parecido interesante que sea una trilogía, porque iré a por el siguiente libro. He leído varias opiniones en internet de gente que no pudo acabar el libro, lo lamento por ellos, quizá deban esperar a la película para entender la grandeza de este libro que empieza muy muy flojo.
Clasificación: Bueno
Lo Mejor: La segunda parte, cuando entiendes ambas partes juntas al identificarte con un personaje y no con otro
Lo Peor: La primer parte… aburriiiiiiida, el gore, para mi dos penes seccionados son demasiados por novela
Lo Releería: Creo que releería solo la segunda parte, o ni eso, iría a por el siguiente de la trilogía y si, veré la película
Lo Recomiendo: Si, pero no a cualquiera, solo a lectores adultos independientemente de que seas fan o no de la temática zombi, mejor si te gustan las novelas de acción o si te gustó al insuperable Soy Leyenda.
Guión: Robert L. Baird, Daniel Gerson, Dan Scanlon
Pete Docter, Andrew Stanton
Música: Randy Newman
Reparto (voces en el original)
John Goodman
Billy Crystal
Steve Buscemi
Helen Mirren
Alfred Molina
Sí, ya sé que corro el riesgo de repetirme con una nueva reseña de una cinta de Pixar, pero es que no he podido resistirme al último estreno de la productora con el mejor ratio actual de obras maestras por película estrenada de los últimos tiempos. En esta ocasión el planteamiento ha sido el retomar los personajes presentados hace diez años y darles una nueva vuelta de tuerca, haciendo una precuela sobre los años universitarios de nuestros monstruos favoritos. De esta manera sabremos más acerca de lo que estudiaron para llegar a ser asustadores profesionales de niños, y cómo se forjó la amistad -inicialmente fallida- de la pareja protagonista de Monstruos S.A.
Mike Wazowski es un pequeño y joven monstruo bastante incomprendido entre sus compañeros del colegio cuando en una visita a la factoría de gritos descubre que su verdadera vocación es ser asustador, un profesional del susto que sabe cómo meterles miedo en sus habitaciones para obtener la energía procedente de los gritos de los niños. Para ello se necesitan muchos años de estudios superiores y su empeño no cejará hasta que sea admitido en la Monstruos University, la Universidad más prestigiosa en estas enseñanzas. Es de esta manera como le seguimos en su primer año de carrera en el que conoce a James Sullivan, un monstruo procedente de una reconocida familia de asustadores que tiene el beneplácito y la admiración del resto de profesores y alumnos por este hecho. La facilidad con que Sullivan hará amigos e ingrese en el exclusivo sistema de castas y fraternidades de la universidad chocará con la dificultad de Mike para integrarse y ser reconocido en estas jerarquías, y el esfuerzo que realizará cada uno para estudiar y poder aprobar los exámenes será inversamente proporcional a estos factores. Estos hechos harán que su relación inicial sea tirante, y el orgullo de ambos chocará el día de los exámenes parciales, donde un malentendido provocará la expulsión de ambos de sus estudios por parte de la estricta decana de la universidad. Este jarro de agua fría y desilusión para Mike hará que se junte con la fraternidad más desfavorecida y marginada del campus en una intentona desesperada por ser readmitido en la carrera, y le obligará a llevarse bien con Sullivan para sacar lo mejor de ambos e intentar demostrar que ambos son capaces de ser los mejores asustadores que la universidad haya conocido nunca. En el camino se forjará una amistad que perdurará a lo largo de los años…
Cuando se rinde al nivel al que Pixar nos tiene acostumbrados acaba pasando esto. Es decir, parece que si no hacen una obra maestra del estilo de Wall·E o Up, los comentarios generales es que han pinchado y hay recelo acerca de si han llegado al cambio de ciclo. Es lo que se dice acerca de Cars, considerada una obra menor, más dirigida a hacer caja con el merchandising entre el público infantil, y cuestionada la necesidad de hacer una segunda parte cambiando el tono desde una historia de carreras en el entorno de la América profunda hacia una aventura de espionaje internacional. Con Monstruos pasa lo mismo, mis compañeros de blog salieron del cine pensando que esta precuela no llegaba al nivel de la primera parte. En parte porque le faltaba el personaje de la niña, que era lo que le sumaba puntos y le daba el toque enternecedor con el que se salió Monstruos S.A. Es evidente que dicho personaje no tenía mucho sentido de volver a aparecer tal y como se cerró la primera entrega, con lo que las líneas argumentales tenían que ir sí o sí por los derroteros de contar la historia en sus inicios.
La verdad es que quizás con esta entrega se ha perdido la capacidad de sorpresa arriesgada que tuvo la primera parte. Esa capacidad de sacarse una historia tan buena de la manga a partir de la idea de los miedos infantiles de los -en teoría ficticios- monstruos que salen del armario por las noches, que nos muestra todo un mundo paralelo al nuestro construido sobre la industria del susto. Se puede aducir que, si John Lasseter fue capaz de rizar el rizo y dar una nueva vuelta de tuerca sobre el mundo oculto de los juguetes no sólo una, si no dos veces, en las secuelas de Toy Story (cada una mejor que la anterior, echando nuevas capas de complejidad dramática en cada entrega), aquí Scalon debería hacer lo mismo, y de hecho se lo exigimos. En mi opinión, puede ser cierto que no llega al nivel de excelencia de la primera entrega, pero tampoco se debería menospreciar esta precuela. Lo cierto es que ya podrían el resto de cintas infantiles llegar a este nivel de animación. Las peores cintas de Pixar compiten de tú a tú con las mejores películas de la competencia, no hay más que ver el próximo estreno de la secuela de “Gru, mi villano favorito”. Una cinta con la que me lo pasé muy bien y disfruté de lo lindo, pero francamente, me lo he pasado mejor con Monstruos University por diversas razones. La primera y fundamental es la marca Disney. Desde el primer momento en que vemos en pantalla el logotipo de la productora, ese castillo de Disneyland, sabemos que estamos ante un producto marca de la casa, tenemos claro lo que nos vamos a encontrar y podemos estar seguros de que los niños a los que llevemos a ver este cine se lo van a pasar en grande sin preocuparnos de que vean contenido inapropiado. Me temo que Shreck es muy buena, por ejemplo, pero no puedo decir lo mismo de ella.
La segunda razón acerca de la bondad de esta precuela es que estuve todo el rato con una sonrisa de oreja a oreja. Desde que ves en pantalla a ese monstruito verde y con un solo ojo en una excursión infantil del colegio en el inicio de la historia ya te hace gracia todo lo que cuenta. Toda la película está plagada de gags visuales y bromas recurrentes sobre el mundo de los monstruos, y su paralelismo con el mundo de los humanos, desarrollando ese planteamiento inicial de la primera parte. En esta ocasión se mueve en torno a la comedia universitaria y tenemos malvados decanos, fiestas de hermandades y el habitual grupo de empollones inadaptados intentando llevarse el gato al agua en las competiciones extraescolares. Es aquí donde Pixar desarrolla su habitual ingenio y humor, explayándose en unos secundarios tronchantes que no desperdician ninguna escena para hacer esbozar una sonrisa al espectador, cualquier momento les sirve como excusa.
Como tercer factor a favor de Monstruos University tenemos que el ritmo de la trama avanza sin resultar excesivamente pesado. No tenemos una escena clímax como la persecución de las puertas en la primera parte, pero lo que nos brindan ahora (qué mejor momento para saber si un monstruo es capaz de asustar, que un campamento infantil al lado de un lago por la noche) tampoco está tan mal. Tal como señalaba mi compañera Malosa, quizás la resolución del argumento sea de lo más convencional y forzado, y puede ser ése uno de los factores por los que se salga del cine con un sabor agridulce pensando que quizás esta continuación era bastante prescindible. En mi opinión, puede ser que sí, pero a mí me gusta esta diversión que funciona sin grandes aspiraciones porque vas a tiro hecho al cine. No supone mucho riesgo el retomar a unos personajes a los que ya teníamos cariño de antemano, y el nivel de complejidad no es el típico de las grandes obras, pero aún así da resultado esta cinta para pasar un buen rato.
Una cinta que nos viene a decir que todo lo que nos propongamos, lo haremos. Un mensaje que quizás peca de exceso de optimismo dados los tiempos que corren pero necesario en mi opinión, mientras va desarrollando una historia que habla de los extraños compañeros de cama que hace la verdadera y profunda amistad, y de los miedos que podemos tener al fracaso de la vida real, verdaderas razones que nos pueden dar más miedo cuando crecemos que la puerta de un armario por la noche. Por todo esto, aunque no vamos a ver una historia al mismo nivel que otras anteriores de Pixar, sí que recomiendo para disfrutar un par de horas mejor que otras opciones.
Calificación: Buena
Lo Mejor: Retomar estos graciosos personajillos. Algunos gags de la cinta que son auténticos puntazos.
Lo Peor: Su poca capacidad de arriesgar.
La vería de nuevo: Sí.
La Recomiendo: Sí.
Películas similares: Monstruos S.A, La revancha de los novatos,
Cuando un director como Baz Lurhmann se hace cargo de un proyecto, podemos esperar todo un festival de excesos visuales y artísticos. Si este proyecto se trata de una de las obras magnas de la literatura norteamericana del siglo XX, sobre los excesos de una clase social y el inicio de una nueva era, podemos pensar si nos hará olvidar todas las versiones cinematográficas anteriores rodadas hasta la fecha. Yo personalmente tenía mis dudas, visto la exageración de musical que hizo en Moulin Rouge. Al final, el resultado ha sido una obra -algo- más reposada que sigue fielmente la novela de Fitzgerald, aunque el sello Lurhmann orbita constantemente por la cinta (como es natural, por otro lado). Y, en el fondo, es bastante normal que se haya hecho cargo de esta historia amor tan similar a sus anteriores filmes.
De El Gran Gatsby me había leído una versión reducida del libro en inglés para estudiantes intermedios, y es de las que más me acuerdo que me hayan influido con el paso de los años. La novela de Fitzgerald siempre me había cautivado no tanto por la historia de amor que cuenta, sino por la estructura novelística en que se desarrolla la trama y por el desencanto que transmite; una unidad temporal que transcurre a lo largo de un verano, donde las emociones y los sentimientos van incrementándose gradualmente hasta que llega “the hottest day in the summer”, como título del capítulo en el que ocurre el clímax de la trama. También es cautivante el sobrenombre del grupo de escritores al que perteneció el autor, conocidos como la “lost generation”, la generación perdida (denominación usada de nuevo con motivo de la crisis de los últimos tiempos), que tuvieron su esplendor en el periodo de entreguerras siendo fiel reflejo de la felicidad y el consumismo desmedido de aquella época, así como de la desilusión de los años que vinieron después.
Se habían hecho otras cuatro versiones de la obra, siendo la película de 1974 de Jack Clayton la más conocida por tener a un Robert Redford en su época de mayor esplendor vital, junto a Mia Farrow. Desde luego que es más reposada que la versión que ha rodado ahora Luhrmann, sin caer demasiado en los excesos típicos de los años 70. Es por esto por lo que tanto director como el actor DiCaprio lo tenían difícil para hacer olvidar esta magnífica versión; aunque al final se ha hecho un producto algo diferente que complementa esta versión setentera que no alcanzó tanta notoriedad en su día como hubiera merecido esta obra. He aquí la principal razón para este remake que, a priori, se me antojaba innecesario si no hubiese sido Luhrmann el principal artífice de esta versión.
Un joven llamado Nick Carraway se encuentra en un psiquiátrico intentando curarse de sus adicciones y superando sus problemas vitales cuando el doctor le recomienda que escriba sobre aquello que le angustia. Es entonces cuando reconoce que no le tiene estima a ninguna persona que haya conocido antes excepto a Jay Gatsby, el único tipo íntegro, optimista y con una gran fuerza vital, y se decide a escribir sobre él y sobre cómo le conoció. Es así como empieza la historia del verano de 1922. Nick Carraway, proveniente del medio oeste deseoso de probar fortuna en la ciudad de las oportunidades, se ha ido a trabajar como agente de bolsa a Nueva York, y alquila una pequeña casa al lado de las mansiones multimillonarias de Long Island. Estamos en los felices veinte, y el dinero corre a espuertas, la gente adinerada sólo quiere pasarlo bien y olvidar los rigores de la última guerra. Las fiestas en estas urbanizaciones son frecuentes aunque las de la casa de al lado de Carraway suelen ser las más famosas de la zona. Nadie conoce a dueño y muy pocos de los asistentes están realmente invitados, pero el nombre de Gatsby resuena en todas las bocas con un halo de misterio mientras el alcohol fluye, la música suena y los rumores se suceden. ¿Quién es el enigmático dueño de la mansión con las fiestas más grandiosas? ¿De dónde ha sacado su fortuna? ¿A qué se dedica? ¿Dónde estudió? ¿Qué hizo durante la guerra? Mientras tanto, la soñadora prima de Nick, Daisy Buchanan y su infiel marido Tom, que viven al otro lado de la bahía, le introducen en este mundo de fiestas despreocupadas y moralidad laxa, y le presentan a Jordan Baker, una joven deportista con el ánimo de que inicien una relación amorosa. Una noche coinciden ambos en una de las grandiosas fiestas de Gastby, y será en ese momento en el que nuestro protagonista conozca a su vecino y anfitrión. Gatsby y Carraway se harán amigos y conocerá de primera mano el origen de este misterioso personaje, de manera que pronto entenderá la razón de todas estas pomposas y excesivas fiestas: Daisy Buchanan.
Con este punto de partida Fitzgerald hacía una crítica a la sociedad estadounidense y occidental de principios del siglo XX y de la decadencia moral que precedió a la gran depresión, como visionario involuntario de la primera gran crisis capitalista. Dado los tiempos tan revueltos que vivimos, parecería adecuado retomar esta historia para adaptarla a la época que vivimos y hacer una relectura en clave actual.
Sin embargo, Lurhmann va más allá y nos ofrece un relato acerca del optimismo y la integridad del ser humano, donde los oscuros negocios de Gatsby no empañan su empeño por alcanzar esa luz verde que luce al otro lado de la bahía, símbolo de un estatus social que le servirá para llegar a su primer y único amor. Al igual que en Romeo y Julieta, y Moulin Rouge, tenemos otra gran tragedia amorosa condenada de antemano, que intenta ser una puesta al día de los anhelos humanos y sentimentales.
Para ello, el director presenta una versión hipervitaminada en la que opta por el camino de en medio y se toma algunas licencias creativas (mostrarnos al personaje de Carraway como escritor de la historia) que hace que nos dé más mascada la historia explicando de manera explícita algunas vertientes del argumento y de la personalidad de los personajes. Por ello, me gusta cómo nos muestra en planos secuencia aéreos una visión de la ciudad de Nueva York y de las mansiones de Long Island, con el valle de las cenizas entre medias como símil de los distintos estratos de la sociedad neoyorkina. Por el contrario, como si las nuevas generaciones no fueran a entender determinados momentos de la trama, ahí tenemos al autor omnisciente explicándonos que la tristeza que siente Daisy al volver a ver a su gran amor no es por la ropa que tiene, si no por el tiempo desperdiciado que ya no volverá. Quizás son estos momentos en los que le sobra a Lurhmann dar demasiadas explicaciones, igual que las letras sobreimpresas en pantalla de la novela que va escribiendo un Carraway transmutado en Fitzgerald, algo que a mí me sobró del todo por intentar impregnar a la cinta de una poética pretenciosa, totalmente innecesaria dado el excelente material novelístico del que partimos. Es quizá por ello por lo que los últimos momentos de la cinta se hacen demasiado pesados para mi gusto, empañando una película que hasta el momento ha sabido avanzar de manera más o menos rápida.
Con El Gran Gatsby, continua DiCaprio con su buena racha de interpretaciones magistrales, dado que hace que se disipen todas mis dudas iniciales sobre si haría olvidarme de la interpretación que hizo Redford en el 74. Si bien el protagonista de El Golpe todavía sigue en mi imaginario colectivo como el misterioso multimillonario, DiCaprio está a la altura del mismo y hace que elegir entre uno u otro se antoje más difícil que cuando nos preguntan si queremos más a papá o a mamá. Estamos ante la etapa de madurez del actor (ya lo dije en Diamante de Sangre), ante un año que lo ha tenido plagado de estrenos como Django Desencadenado (y todavía pendiente de estreno The Wolf of Wall Street). La elección de Mulligan como Daisy también me parece bastante acertada por el carácter soñador y etéreo que le imprime a un personaje que continuamente está en una nube de algodón, si no fuera por las bofetadas de realidad que le propina su marido a base de infidelidades. Cuando está junto a DiCaprio se produce una química bastante oportuna, y no hay más que ver la escena del primer encuentro entre los amantes para corroborarlo (una vuelta de tuerca estilo Luhrmann, por otro lado, totalmente reminiscente con la de Romeo y Julieta). También es agradable ver a Maguire en pantalla, aunque el papel de Carraway no le ofrecía muchas dificultades puesto se acerca bastante al tipo de personajes que suele interpretar, siempre en medio de todo pero sin tener muy claro que hace ahí. Quizás por eso no pegan demasiado los momentos iniciales donde se le ve en una actitud más cínica de lo normal, y que en la novela inicial no existían.
Por lo tanto, y aunque a ratos sea un espectáculo megalómano y excesivo en su planteamiento visual y artístico, la versión Luhrmann de El Gran Gatsby está a la altura de su referente novelístico y de la versión setentera, con algunas licencias artísticas que funcionan en determinados momentos (en otros no eran necesarias) y que, salvo un clímax-desenlace en el que se detiene demasiado, funciona correctamente como adaptación actual de la gran novela sobre el sueño americano.
Calificación: Buena/muy buena
Lo Mejor: La pareja DiCaprio – Mulligan. El espectáculo visual que nos propone Luhrmann
Lo Peor: Se detiene demasiado en dar explicaciones, como si tuviera miedo de que haya detalles de la trama que no se capten en un primer momento.
Director: Steven Spielberg (La Lista de Schindler, Atrápame si puedes, War Horse)
Guión: Tony Kushner
Basado en el libro de Doris Kearns Goodwin ”Team of Rivals: the Political Genius of Abraham Lincoln”
Música: Janusz Kaminski
Reparto
Daniel Day-Lewis
Sally Field
Jospeh Gordon-Levitt
David Strathairn
Tommy Lee Jones
James Spader
Continúo con mi particular especial de reseñas de las películas más oscarizables de este año. En esta ocasión voy a comentar la gran favorita de esta temporada, que con doce nominaciones sitúa a Spielberg en el olimpo particular de los dioses cinematográficos al que ya está más que acostumbrado. En los Globos de Oro sólo ha conseguido uno de los siete a los que estaba nominado, siendo Daniel Day-Lewis premiado con el galardón a mejor actor, repartiéndose los premiados entre Argo, Los Miserables, La Noche Más Oscura y Django Desencadenado. Por lo tanto, la antesala de los Óscar ha renunciado a que Spielberg arrase en la toma de premios como ya ha hecho innumerables ocasiones. ¿Ocurrirá lo mismo en los premios de la Academia?
La historia de los últimos meses de Abraham Lincoln, decimosexto presidente americano que se enfrentó a un gran dilema moral mientras la guerra civil americana llegaba a sus últimos días tras años de sangrientas batallas. Su empeño por aprobar la decimotercera enmienda de la constitución, que aboliría la esclavitud como derecho constitucional de los estados sudistas, sería un gran avance humanitario si se hace antes de que acabe la guerra. El problema es que prolongar unas semanas más el conflicto supondría más bajas a las que añadir a la conciencia de toda una nación. Todo ello sumado al dilema moral de “convencer” a la mayoría de diputados de la cámara de representantes (incluyendo a los de su propio partido republicano y a los rivales demócratas), y a los problemas familiares que supone lidiar con su propia esposa (inestable psicológicamente tras la muerte de uno de sus hijos) y con la carrera militar que quiere emprender otro de sus hijos.
Decía un gran crítico de cine que Spielberg peca de pretencioso en muchas ocasiones, y que lo que más le fastidia de la historia del cine era que Orson Welles ya hubiera filmado Ciudadano Kane, puesto que es una película que le hubiera encantado rodar a él. Esta frase resume perfectamente lo que es y lo que supone este cineasta para la industria de Hollywood y para los anales del séptimo arte. La verdad es que a mi me tiene dividido, porque sí que es verdad que muchas veces intenta hacer la película definitiva sobre el tema que le haya tocado filmar en el momento. El holocausto nazi, la segunda guerra mundial, el esclavismo… Son temas recurrentes sobre los que da vueltas y, cuando se pone totalmente serio, pierde mucho fuelle y hace productos que a los académicos oficiales les encanta pero con el peligro de acabar siendo un solemne tostón. Spielberg cuando más gana y hace productos más reseñables es cuando se dedica al cine de evasión y deja de lado los grandes dramas históricos. Quizás pierde en profundidad del mensaje, pero gana en diversión y en memorabilidad. Tras sus inicios en los que diseñó el concepto actual de cine-espectáculo por medio del blockbuster de temporada por el que se rige el Hollywood actual (creando grande mitos cinéfilos como Indiana Jones o ET), tuvo una época en la que se pasó a los grandes dramas históricos (La Lista de Schindler, Salvar al Soldado Ryan), mientras se relegaba a sí mismo a labores de productor asociado para financiar cine de evasión dirigido por cineastas menores. Es esta época la del cine más aburrido de su filmografía, dedicado a ganar premios y a contar historias serias. Sólo me reconcilié con él cuando llegaron cintas con una profundidad moral mas ligera del estilo de “Atrápame si puedes”, “Minority Report” o “Las Aventuras de Tintín”, que retoma el testigo del cine de evasión de sus inicios pero con la capacidad de darnos un discurso ético escondido en el argumento, como técnica aprendida de sus grandes dramas.
La pregunta de si Lincoln pertenece al primer o al segundo grupo parece respondida de antemano (desde luego que es un drama histórico del que ya sabemos el final cogiendo el libro de historia), pero con matices. Con una segunda mitad que gana en ritmo narrativo (para ser un drama político), su primera hora resulta bastante lenta y farragosa, centrándose en los vericuetos legales y políticos que gobernaban Washington en la época, y exigiendo conocimientos medios-avanzados de historia americana, dificultando la labor al espectador no iniciado. Con una fotografía oscurantista y centrada en interiores, vemos al Lincoln político y al padre de familia, hombre ajado y friolero, envejecido por la guerra, aficionado a los discursos breves y a las anécdotas largas, que nos muestra las cloacas de la política americana (extrapolable a cualquier otro país). Aquí Spielberg no ahorra en críticas hacia el sistema político, demasiado envilecido para llevar tan poco tiempo, con congresistas vociferando e insultándose de forma creativa, periodistas al acecho del titular del siglo, lobbies de presión intentando que sus intereses prevalezcan sobre la mayoría y decisiones que se toman en despachos cerrados de una Casa Blanca que todavía está en construcción.
Daniel Day-Lewis hace suyo el personaje, junto con una labor de maquillaje excepcional, donde cada arruga de la cara parece contar una historia. Si ganara el Óscar, sería tremendamente merecido. El resto de secundarios están magníficos, destacando la escena que Lewis con Sally Field escenifican en un momento de crisis matrimonial y que parece sacada de las bambalinas de un teatro de primer orden. Tommy Lee Jones parece haber esperado toda su vida para este papel, mientras que Gordon-Levitt está en gracia tras encadenar papeles de secundario en unas últimas películas de lujo.
Y destacar la delicadeza de Spielberg en el modo de contar el final de este presidente americano, quizás lo más conocido a priori por el espectador, alejado del magnicidio grandilocuente esperado.
En definitiva, una obra de madurez de Spielberg, que por momentos se acerca a lo más convencional de su cine dramático, con ese tono de gravedad que aporta siempre, pero que mejora en el tercio final. No es mala película, dado que nos habla de los grandes dilemas morales de la vida y de la historia (¿el fin justifica los medios?), y que lo resume todo en la fabulosa frase del personaje de Tommy Lee Jones a su ama de llaves (“la medida más importante del siglo XIX, urdida gracias a la corrupción del hombre más puro de América”); pero recomiendo ir al cine con los ojos y los oídos bien abiertos por la densidad de la trama, que resulta muy didáctica pero algo apabullante por momentos. Y es que las comparaciones con la película que mejor ha reflejado la guerra de secesión americana y ha trascendido la lírica y la épica (con la historia de amor y coraje más tormentosa de todos los tiempos, me refiero por supuesto a Lo que el viento se llevó) resultan odiosas pero, en este caso, inevitables.
Calificación: Entretenida – Buena
Lo Mejor: Daniel Day-Lewis, y todos los demás secundarios de la historia. El tramo final.
Lo Peor: Un inicio algo renqueante, que resulta demasiado complejo para los no iniciados en historia americana.
La vería de nuevo: No
La Recomiendo: Sí, para todos aquellos que quieran ver los orígenes de “El ala oeste de la Casa Blanca”
Películas similares: Lo que el viento se llevó; Amistad; Salvar al soldado Ryan; War Horse; Invictus
Un francotirador aparca su furgoneta en un parking público y comienza a abrir fuego indiscriminadamente contra la gente en un parque cercano. Caen cinco víctimas entre la gente. A la policía no le cuesta demasiado dar con el presunto perturbado hallando todas las pistas en su contra, así que lo único sorprendente es que en el interrogatorio sólo diga una cosa: traed a Jack Reacher. El tal Reacher es un militar retirado que permanece oculto en la sombra, nadie conoce su dirección, su trabajo ni su paradero. El misterio se apodera de los policías porque… ¿quién es ese tipo? ¿qué relación tiene con el sospechoso? ¿por qué hay que encontrarle? Afortunadamente, Reacher se ha enterado del suceso en las noticias y es él el que se presenta antes para esclarecer el suceso. Para sorpresa de los investigadores, Reacher no cree en la inocencia del sospechoso, puesto que en su pasado militar Reacher era investigador del ejército, se dedicaba a resolver distintos crímenes y no era la primera vez que el francotirador se veía envuelto en un suceso similar. Es por la pertinaz abogada de la defensa quien, a pesar de tener perdido el caso de antemano, solicita a Jack que realice pesquisas por su cuenta. La ley garantiza, a fin de cuentas, que la justicia llegue a todos por igual por lo de la presunción de inocencia y todo eso que se supone derrocha el país de las libertades. De esta manera, nos iremos sumergiendo junto con el protagonista en peleas, persecuciones de coches, tiroteos y demás situaciones de esperar.
Básicamente lo que tenemos en Jack Reacher es una intentona por parte de Cruise y los estudios de crear una nueva franquicia basada en un nuevo héroe de acción. Para ello han cogido la obra de Lee Child, seudónimo del escritor Jim Grant. Con 16 novelas del personaje, un militar retirado que recorre Estado Unidos como un vagabundo, está garantizado material suficiente para recrear en la gran pantalla nuevos títulos que aseguren continuidad en las tramas. El planteamiento recuerda a las grandes series de los setenta y ochenta, al estilo de El Increíble Hulk, El Fugitivo e incluso El Equipo A, donde los protagonistas son nómadas que se dedican a recorrer el país ayudando a quienes encuentran o involucrándose en problemas ajenos. La novela elegida para hacer el bautismo cinematográfico al personaje es la publicada en noveno lugar, One Shot – Un disparo, quizás por lo sugerente y enigmático del planteamiento, en el que el francotirador detenido sólo proporciona el nombre del protagonista en su declaración a la policía.
Al final el resultado es una película que rememora las historias de investigadores privados a lo Philippe Marlowe. Cine negro al estilo de El Sueño Eterno, donde el personaje principal no hace más que meterse en líos mientras va echando algo de luz sobre el caso. En la receta se han añadido también unas cuantas dosis de cine de acción taquillero de los 70, 80 y 90, recordando por momentos a títulos como Jungla de Cristal o Arma Letal -tanto por las escenas de acción y tiroteos varios, como por el carisma del protagonista-, las películas de Harry el Sucio, e incluso un clásico como Bullit tiene ecos reflejados aquí en la persecución de coches.
Lo más reseñable de la película es quizás precisamente el personaje protagonista. Tom Cruise carga con todo el peso de la película. Se echa todo a los hombros, junto con las escenas de riesgo, como ya hiciera en Misión Imposible -solo que aquí la acción es más mundana- para dar vida a un personaje algo macarra y chulesco, un tipo duro de los de antes. Sus mejores momentos y más adrenalíticos son los previos al combate. Una mezcla entre John McLane y Harry Callahan, con su propio código moral y ético, poseedor de una ambigüedad moral contradictoria, por encima del bien y del mal. Precisamente el mérito de Cruise consiste en hacer creíble un personaje que en lo literario es rubio y mide metro noventa y pico. Realmente el actor-productor es en estos tipos de películas donde mejor se desenvuelve, eclipsando hasta la -correctísima por otro lado- labor del director McQuarrie (el guionista que ganó un Óscar por Sospechosos Habituales, y que también firmó el libreto de Valkiria). Y no se le podrá negar el ser un actor de referencia, de ésos que llenan la pantalla y son capaces de mostrarle a la industria por dónde deben ir los tiros en cada uno de los géneros en que participa.
Sin embargo, el resto de secundarios son un poco planos y sin aportar nada nuevo al género. Es decir, que mientras Reacher es un investigador brillante (un listo muy listo que cuando se pone duro es muy duro), los malos son muy malos, y los policías muy simples y algo tontos. Ni siquiera Robert Duvall se salva como colaborador graciosete, siendo lo único sorprendente de la función ver a Werner Herzog como villano último pero, como he dicho, cayendo en los arquetipos del género y de los malvados más recalcitrantes.
El resultado es una película entretenida, bien realizada y que está por encima del resto de cintas del género que se ruedan de manera mala y rápida. No aporta mucha novedad y por ello su calificación no llega al notable, pero se agradece que esté cuidada en su realización y que el guión no haga aguas la mayor parte de la película.
Calificación: Entre Entretenida y Buena.
Lo Mejor: La escena inicial intrigante y cautivadora. El personaje de Jack Reacher en sí mismo, con su manera de resolver los conflictos.
Lo Peor: Momentos que creemos haber visto mil veces. La lucha final resulta sonrojante.
La vería de nuevo: No, pero tengo la sensación de que no va a ser la última vez que vea a este tipo…
La Recomiendo: Para amantes de la acción convencional. Para el resto, se pasa el rato, pero nada más.